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jueves, 15 de mayo de 2025

Coherencia: El arte de ser verdad

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



Actuar con coherencia es caminar con firmeza sobre el puente invisible que une palabra y acción. Es un acto emocional, ético y moral que nos libera de los dobleces que ensombrecen la dignidad. Ser coherente es ser íntegro, es no traicionar la brújula del alma. Esa actitud nos hace creíbles, dignos del respeto propio y ajeno, nos arraiga al compromiso y nos enseña a medir cada palabra, cada gesto, como quien cuida un fuego sagrado.


Mas, para ello, se requiere dominio de sí y un escrúpulo noble, que no se venda ni se adorne. A veces, la coherencia se agrieta, cede ante el encanto fugaz de un interés mal llamado ventaja. Otras veces, se viste de un error persistente, disfrazado de fidelidad a un rumbo equivocado. Pero aun entonces, hay redención: podemos volver atrás, reparar el desvío, reencontrar la senda del principio olvidado.


Cultivar la coherencia no es tarea de grandes discursos, sino de pequeños actos diarios que predican sin alzar la voz. Que nuestro andar hable por nosotros, y que la verdad que profesamos no necesite defensa. Porque vivir con coherencia es, en el fondo, un acto de reverencia al Dios que nos mira, y a nosotros mismos, en lo más profundo.

Decencia: luz que revela el alma

Por Cesáreo Silvestre Peguero 


La decencia es la silente majestad que distingue la nobleza interior del ser humano. No sólo exalta al que la recibe: eleva con dignidad al que la irradia. Su ejercicio genuino no es ornamento social, es el perfume del alma bien cultivada. La cortesía decente es testimonio vivo de una formación íntegra, y refleja el alto civismo que habita en el carácter. Cuando esta virtud se encarna, ilumina al que la practica, traza rutas de armonía y deja al descubierto la estatura espiritual de quien la encarna. Pero también existe una decencia impostada, envuelta en la sutil arrogancia de una diplomacia hostil… Cuando se simula el bien, la verdad desnuda el intento, y la máscara de lo falso se quiebra ante la luz de lo auténtico.

Doblez: la sombra del alma

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



Uno de los actos más cobardes del ser humano es esconderse tras el velo de la hipocresía.

Quien elige ese sendero torcido, ha renunciado a su identidad y teme abrazar la firmeza de una verdad sin máscaras.

La ambivalencia, fruto de una emoción mal gestionada, revela una inestabilidad que traiciona el alma.

El hipócrita simula sentir lo que no le habita… y, en su farsa, entrega su dignidad por logros vulgares.

Con cada gesto fingido, se marchita la esencia, y se contamina la raíz de lo que somos.

La hipocresía no solo engaña al otro: nos desfigura por dentro.

Despertemos. Seamos reales, sin dobleces.

Cuando la hipocresía nos roza, nace la desconfianza… y con ella, el abismo.