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domingo, 25 de mayo de 2025

Madre: Presencia Inmortal del Amor

por Cesáreo Silvestre Peguero


Este domingo 25 de mayo, la República Dominicana se detiene con respeto para honrar a la figura más noble y esencial de nuestra existencia: la madre. Es un día consagrado al recuerdo de su ternura, su entrega silenciosa, su amor sin condiciones y su fortaleza constante.

Para quienes aún la tienen cerca, es momento de abrazos sinceros, palabras cargadas de gratitud y gestos que reconfortan el alma. Para quienes ya no contamos con su presencia física, es tiempo de reflexión profunda, de evocaciones que brotan del corazón como flores vivas, y de gratitud por todo lo que nos fue dado a través de su existencia.

Han pasado ya 3 años desde que nuestra amada madre, doña Petronia Peguero, partió de entre nosotros. Nueve hijos fuimos marcados por su amor inagotable, su ejemplo incansable y su sabiduría sencilla, tejida con hilos de sacrificio, fe y verdad. Su ausencia pesa, pero el sostén de Dios y la firmeza de sus enseñanzas nos mantienen de pie.

No existe palabra ni expresión que logre abarcar el vacío de su partida. Su vida fue una escuela de valores vividos, un hogar encarnado en su voz, en sus manos y en sus decisiones. Su legado nos exige vivir con integridad, caminar con respeto y actuar con honor, como un reflejo de lo que ella nos enseñó sin necesidad de discursos.

Afectuosamente llamada La Pavita en el sector Barrio Lindo de San Pedro de Macorís, fue una mujer de trabajo constante, de carácter firme, de corazón generoso. Desde el año 1972, hasta el 10 de febrero del 2022, sembró amor, forjó vínculos y dejó huellas en quienes la conocieron. Su verdadera herencia no se cuenta en objetos ni en cifras, sino en los valores que nos sembró y en la unidad que con tanto esmero cultivó entre nosotros.

Junto a nuestro ejemplar padre, Eliseo Silvestre Mota, conocido como Billo Kilo, construyó un hogar cimentado en el respeto, la dignidad y el esfuerzo. Esa unión, esa complicidad entre ellos, fue el pilar que hoy nos sostiene como familia. Sus vidas nos dejaron un testimonio vivo de que lo material se desvanece, pero el ejemplo permanece.

Hoy, más que recordarla, deseamos honrarla con nuestra manera de vivir, con nuestra conducta, con la forma en que nos tratamos los unos a los otros. Ser hijos dignos de su nombre y de su historia. Que su memoria no se quede en la nostalgia, sino que sea una brújula que nos oriente hacia lo correcto, hacia lo bueno y hacia lo eterno.

Que Dios nos conceda sabiduría, templanza y humildad para caminar conforme al legado que nuestros padres nos dejaron. Y que al recordarlos, no solo sintamos pena por su ausencia, sino compromiso de vivir con propósito, con fe, y con amor verdadero.

Cuidado con el resentimiento

Por Cesáreo Silvestre Peguero



Hay heridas que no sangran, pero se alojan en lo hondo del alma…

Hay quienes eligen no olvidar, aferrándose al recuerdo de una afrenta como si en ello hallaran victoria, cuando en realidad, solo muestran la pobreza de un carácter que aún no ha aprendido a perdonar.

Actuar desde el resentimiento no es señal de fuerza, sino de ceguera del alma.

Es la inmadurez disfrazada de firmeza, el eco de un corazón que no ha sido sanado.

No bastan los años vividos ni los títulos alcanzados si no hemos aprendido a liberarnos del peso inútil de lo que nos hirió.

Hay quienes, pese a su edad, son sobrepasados por la sabiduría de los niños, que olvidan con facilidad, ríen con el alma y extienden la mano sin calcular.

El resentimiento es una prisión sin barrotes. Allí se encierra el que prefiere revivir el pasado antes que sanar en el presente.

Y en esa celda, el alma se marchita…

la paz se aleja…

y el corazón se endurece.

Debemos recordar las palabras del Señor Jesús:

"El más grande entre ustedes será vuestro siervo" (Mateo capítulo 20, verso 26),

y también: "Si no os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo capítulo 18,  verso 3).

El alma humilde, como la de un niño, no guarda amargura.

Se inclina ante Dios y se eleva en libertad.

Hoy es buen momento para soltar lo que duele.

Para perdonar sin que nos lo pidan.

Para elegir el gozo que viene del cielo y no el veneno del rencor.

Porque al final, el resentimiento no daña al otro…

nos destruye a nosotros.

 El Rostro de la Esperanza.



por Cesáreo Silvestre Peguero


La participación radial requiere temple...

Un equilibrio sereno entre la sobriedad del mensaje

y la calidez de un alma que también sonríe.

No se trata solo de lo que decimos, sino de lo que dejamos sentir en cada palabra.

Hay días tensos demasiados, quizás y en ellos, la sonrisa se convierte en refugio,

en antorcha que disipa nieblas

y abre caminos hacia la esperanza. Más allá del rigor del micrófono y de la exactitud del discurso, permite que la sonrisa fluya…

sin miedo al desorden de su luz.

Porque sonreír también es sanar.

Beneficios de la sonrisa:

1. Mejora el estado de ánimo:

La sonrisa libera endorfinas las pequeñas obreras del gozo

que embellecen los pensamientos y aligeran los días.

2. Reduce el estrés:

Al sonreír, el alma respira.

La serotonina y la dopamina bailan al compás de la paz interior.

3. Fortalece el sistema inmunológico:

Una sonrisa sincera activa las defensas del cuerpo,

como si Dios mismo colocara un escudo en tu pecho.

4. Alivia el dolor:

Las endorfinas mansas como aceite

llevan consuelo allí donde habita el quebranto.

5. Aumenta la autoestima:

Una sonrisa frente al espejo es un acto de fe.

Afirma que aún en la prueba, sigues creyendo en ti.

6. Es contagiosa:

Basta una sonrisa para sembrar armonía.

Es un lenguaje sin acento que une corazones.

7. Puede ayudar a vivir más tiempo:

Quien sonríe más, vive mejor.

Y quizás... vive más.

Porque el gozo también prolonga los días.

No es frivolidad ni descuido es un acto de resistencia.

Sonreír es un acto de fe en medio del caos.

Es declarar, aún sin palabras:

“Dios está conmigo”.

¿Verdades, o verdad?

Por Cesáreo Silvestre Peguero



“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.

Así nos dejó dicho Campoamor,

poeta de verbo sabio y agudo,

quien entendió que la mirada humanaes un filtro que distorsiona o revela.

Y sí, hay en su dicho una porción de razón, porque cada alma mira desde su abismo, desde su herida, su historia, su formación, su sombra o su luz.

Hay quien ve en la lluvia un castigo, y otro, una bendición que fecunda los campos.

Todo depende del alma que observa.

Pero no todo es relativo.

Hay verdades que no caben en discusión: el sol alumbra,

el amor edifica, la muerte alcanza, y la justicia es buena cuando no se vende.

Existen verdades inquebrantables, sagradas como el vientre de una madre,

firmes como la cruz donde murió el Salvador.

No debemos, por complacer al mundo, doblar el corazón como si fuera junco.

Decir que sí a todos para ser aceptados, es negarse a uno mismo. Y el que se niega a sí,

nunca será columna, sino hoja arrastrada por cualquier viento.

La verdad no es mercancía de feria, ni adorno de ocasión.

Es una lámpara que no se esconde bajo la mesa, es espada que separa lo justo del engaño,

es Cristo mismo, el Camino, la Verdad y la Vida

(según romano capítulo 14, verso 6). Aférrate a tus convicciones,

no con terquedad ciega,

sino con fe razonada, con humildad ardiente, con firmeza de quien ha visto luz en el monte.

La verdad que liberta no se aprende en los libros, sino en la conciencia guiada por Dios.

No temas quedarte solo por ser verdadero, pues mejor es andar con Dios en el desierto, que perderse en la muchedumbre de los tibios.

"Donde Habita la Armonía"

Por Cesáreo Silvestre Peguero



La armonía es un santuario íntimo, una luz serena que brota desde lo profundo del alma. No depende enteramente de los otros, aunque a veces los demás sean como brisa que acaricia su llama. Pero es nuestra la tarea de cultivarla, protegerla y sostenerla.

Si entregamos nuestra paz al capricho ajeno, corremos el riesgo de verla desvanecerse con el vaivén de la marea humana. No es sabio edificar la dicha sobre cimientos que no controlamos. Quien depende de otro para ser feliz, ha cedido su timón... y con ello, su libertad.

La armonía verdadera florece cuando el corazón se sabe dueño de sus actos, responsable de sus silencios y constructor de su serenidad. Y aunque es cierto que convivir en paz con el prójimo nutre esa armonía, no debe ser condición para poseerla, sino complemento sagrado.

Vale la pena aprender a dejar pasar, como quien deja que el río fluya sin detenerlo. Vale la pena callar a veces, perdonar siempre, y mirar con ternura al hermano, al vecino, al amigo, y aún más a la familia, donde tantas veces se libra la batalla entre el amor y el orgullo.

La armonía es una siembra que hacemos en nosotros mismos, pero cuya cosecha bendice también a los que nos rodean. En ese equilibrio sencillo, en ese dejar ir sin rendirse, en ese comprender sin exigir, comienza a nacer el sosiego que tanto anhelamos.