Entrada destacada

El civismo, la fuerza silenciosa que hace avanzar a las sociedades

El civismo, la fuerza silenciosa que hace avan Muchos afirman que los problemas a El civismo es una virtud privada, de gran util...

lunes, 19 de mayo de 2025

Brevedad con calidad.

Por Cesáreo Silvestre Peguero



(1). Al comunicar, se debe precisar...

(2).  Los temas abordar con equilibrio  emocional, sin tratar de tergiversar...

(3).  La coherencia debe primar,  que el contenido no sea trivial...

(4). No obviar cuando tengamos que exaltar, sin actitud de descalificar...

(5). No es que no vamos a criticar,  pero para  edificar...

(6). Nos debemos respetar, la ética no debe faltar....

(7). La baja pasión debemos controlar, la  equidad hay que implementar...

"Frontera de Silencios y Compromisos”

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



La regulación fronteriza entre nuestra nación y Haití ha sido, por décadas, una grieta abierta en la columna vertebral del Estado dominicano. Una herida mal atendida que sangra soberanía y desdibuja autoridad. A lo largo de los diferentes gobiernos, este tema ha sido tratado con guantes de terciopelo, cuando en realidad exige manos firmes y alma de acero.

El actual presidente, Luis Abinader, ha simulado interés en enfrentar esta problemática. Pero, entre líneas, su accionar revela una falta de voluntad política. Por un lado, se pliega a la presión de organismos internacionales que confunden ayuda con injerencia. Por otro, su cercanía con ciertos sectores empresariales, especialmente del turismo, lo hace mirar hacia otro lado, pues la mano de obra barata, informal y desprovista de derechos resulta más cómoda que enfrentar el deber de justicia laboral.

A esto se suma el silencio oportunista de la oposición, que también calcula con frialdad los votos de esa población haitiana que, regularizada o nacida aquí, tiene derecho a elegir en las urnas. Una realidad que es usada como moneda en la política menuda, sin visión de nación ni proyecto de futuro.

Pero la frontera no solo se deshace por negligencia política. También por el sucio negocio de quienes, con charreteras relucientes, comercian con el paso humano como si fuesen cargas de azúcar o sacos de café. Hay generales que han convertido el límite territorial en un mercado oscuro donde la patria se alquila por tandas.

Del otro lado del ruido, aparecen voces que se proclaman nacionalistas, pero que con su ceguera xenofóbica y su borrachera de odio, en lugar de construir muros de justicia, levantan trincheras de ignorancia. No aportan solución, solo más fuego.

Yo no soy prohaitiano. Tampoco antidominicano. Soy un ciudadano libre, sin venda en los ojos ni bozal en la lengua. No me arrastro tras banderas partidistas ni soy eco de fanatismos. Gracias a Dios, no soy borrego. Soy independiente, y desde esa libertad de criterio, lanzo esta reflexión con el corazón encendido de amor por mi país.

Confío en Dios. Oro porque Él nos dé luz, valor y responsabilidad. Porque el Estado dominicano entienda que no es propiedad del partido de turno, sino herencia sagrada del pueblo, custodiada bajo el ojo eterno del Altísimo.

El poder de la Palabra

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



La palabra es semilla...

Y la Biblia lo afirma con solemnidad divina:

con ella se edifica o se derrumba,

se domina o se libera,

se enmudece la verdad o se proclama la justicia.

La palabra verbal o escrita es puente entre almas,

es eco de lo invisible,

es viento que puede soplar en paz… o arrasar con furia.

No es simple sonido: es espada y es bálsamo.

Con ella se puede amar...

con ella también se puede herir.

Pero no todo se dice con los labios:

el silencio habla, los gestos gritan,

las miradas revelan, y el cuerpo escribe sin tinta.

La urgencia no es solo hablar,

sino despertar.

Hacer de la palabra una lámpara que alumbre,

un canto que consuele,

un faro que oriente en la niebla.

No permitamos que otros hablen por nosotros.

Nuestra voz es testimonio,

y el mutismo es cómplice del olvido.

Aprendamos a expresarnos con firmeza,

con amor y sin temor.

El que calla lo que el alma grita

se convierte en prisionero de su propio silencio.

Usemos la palabra para infundir esperanza,

para construir puentes,

para educar en la paz,

y sembrar la buena semilla de la sana edificación.

Depravación en la comunicación...

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



(1). El sitial de la comunicación, debe llamar la atención...

(2). Se falta a la ética con vulgaridad, se carece de objetividad...

(3). Politizan el ejercicio periodístico, se ejerce sin ningún principio....

(4). Los gremios han perdido su razón de ser,  están alejados de su deber...

(5). Los directivos se acuerdan de esa institución, sólo en fecha de elección...

(6). No abogan por la reivindicación, están centrados en  su propia ambición...

(7). El desacato de una resolución, no le  llama la atención,  existe confabulación.., sin justificar una labor: cobran en cierta institución...

"Dignidad: no es orgullo. "

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



Hay quienes confunden la dignidad con el orgullo,

como si la firmeza fuera altivez,

como si el respeto propio fuera vanagloria.

Pero la dignidad no grita, no presume…

la dignidad se sostiene en el alma

como un roble que no busca sombra ajena.

La arrogancia alardea,

la altivez se disfraza de certeza,

pero la dignidad camina descalza,

con humildad en el rostro

y convicción en el paso.

Ser dignos no es ser altivos.

Es saber cuándo decir no,

cuándo retirarse con decoro,

cuándo levantar la voz sin herir,

cuándo guardar silencio sin ceder.

A veces, el mundo nos juzga con dureza

cuando decidimos valorarnos,

y nos llama orgullosos

por no permitir abusos ni sometimientos.

Pero no es soberbia lo que habita en el pecho

de quien se sabe hijo de Dios.

Tomarnos en cuenta no es pecado,

es obediencia a la voz divina que nos dice:

“Eres obra de mis manos.”

Y así, sin aspavientos,

con la frente en alto

y el corazón rendido al cielo,

vivimos en dignidad…

no para ser reconocidos,

sino para no perdernos a nosotros mismos.

“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”

Primera a los Corintios capítulo seis, verso 20.

La música en sombras: un clamor por la belleza perdida

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



Es notorio el velo de decadencia que cubre el panorama musical de nuestros días. Como río que ha perdido su cauce, la creación sonora se dispersa en charcos sin profundidad. Lo secular se ha vaciado de alma; lo eclesiástico, de reverencia. Se canta, sí… pero ¿se siente? Se oye, pero ¿se escucha con el corazón? Hay acordes, pero no hay quebranto; hay estribillos, pero no hay verdad.

Pareciera que la inspiración  sagrada que encendía versos y melodías ha sido sustituida por la urgencia de likes y el ruido de la fama efímera. Las composiciones modernas muchas veces son como espejos rotos: reflejan luces pasajeras, pero no iluminan. La música que antes levantaba espíritus hoy apenas entretiene sentidos cansados.

En el ámbito espiritual, donde la canción debería ser altar, muchas piezas carecen de gracia, carecen de unción. Se repiten frases como letanías sin fe, se visten melodías sin alma. La armonía ha sido reemplazada por ritmo, y el mensaje por mercado. No basta con rimar para edificar, ni basta un sonido agradable para conmover el alma del oyente.

Para componer verdaderamente se requiere más que talento: se necesita entrega, visión, dolor, contemplación… Una invención que brote no sólo del oído, sino del espíritu. Que se ocupe no en convidar ruido con ritmo, sino en sembrar sentido en el tiempo.

La virtualidad ha traído cierta libertad, y ha debilitado en algo la vieja payola, pero su sombra persiste: ahora se camufla en algoritmos, en promociones disfrazadas, en reproducciones compradas. El número de visualizaciones no valida una obra. La cantidad no es calidad.

El buen gusto musical, como flor en extinción, sobrevive en huertos pequeños. Lo viral no es sinónimo de excelencia, sino reflejo de una multitud sin criterio. Una mayoría sin conciencia puede hacer célebre lo trivial. Pero el arte, el verdadero arte no busca cantidad de oídos, sino profundidad de corazones.

Urge una vuelta al origen. Una reverencia a la belleza. Una música que no se consuma como un producto, sino que se abrace como un legado. Que nos eleve, nos confronte, nos inspire, nos quebrante y nos acerque a lo eterno. Porque cuando la música olvida su propósito, el alma también olvida cómo llorar, cómo soñar, cómo orar…

La plenitud de lo esencial

Por Cesáreo Silvestre Peguero 



No hay mayor gozo que vivir desde la entrega sincera...

Cuando hacemos las cosas por convicción, y no por obligación,

el alma descansa, y el corazón se llena.

En cada labor, en cada gesto,

cuando devolvemos a Dios lo que de Él recibimos,

cuando amamos sin ataduras y cultivamos amistades sin máscaras,

entonces vivimos de verdad.

La espontaneidad...

esa que nace del alma libre,

nos permite crear con esmero y vivir en armonía.

La felicidad no está en lo que ostentamos,

sino en los pequeños valores que nos dignifican por dentro.

Aunque el mundo corra tras grandezas pasajeras,

aunque muchos caminen de espaldas a lo eterno,

vale la pena ser distinto.


Sí…

Vale la pena.