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domingo, 28 de septiembre de 2025

Alternativas reales para la paz frente a la política del espectáculo

La Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York vuelve a poner sobre la mesa la pregunta más urgente

y a la vez más difícil de responder: ¿qué alternativas existen para frenar la escalada de conflictos que atraviesan el planeta? La retórica beligerante se multiplica, las promesas de paz suenan vacías y los líderes se enfrentan a la paradoja de un mundo interconectado que, sin embargo, parece cada vez más fragmentado.

El presidente de los EE.UU, Donald Trump, utilizó su intervención en la ONU para postularse irónicamente en su candidatura al Premio Nobel de la Paz. “Todos dicen que debería recibir el Premio Nobel de la Paz por cada uno de estos logros”, proclamó. Y, acto seguido, matizó: “lo que me importa no es ganar premios, sino salvar vidas”.

Sin embargo, sus palabras contrastan con la realidad de guerras en curso que ni su diplomacia ni su liderazgo han logrado detener. Emmanuel Macron fue tajante: “Si el presidente de Estados Unidos realmente quiere ganar el Premio Nobel de la Paz, tiene que detener la guerra en Gaza”.

En Oriente Medio, Gaza se ha convertido en el epicentro de la indignación internacional. Allí, una alternativa comienza a tomar forma: un plan impulsado por el ex primer ministro británico Tony Blair, con respaldo de Washington, para crear una “Autoridad Internacional de Transición de Gaza” bajo mandato de la ONU. Este organismo temporal —con fuerte representación musulmana y coordinación con la Autoridad Palestina— tendría la tarea de encaminar el territorio hacia un futuro gobierno palestino reformado y con reconocimiento internacional.

El proyecto, aunque complejo y lleno de obstáculos, busca sentar bases institucionales donde hoy solo hay destrucción y desesperanza.

La solución de dos Estados, defendida por más de 150 países que ya reconocen a Palestina, parece recobrar fuerza en los discursos de la ONU. Francia, Australia, Canadá y Reino Unido se sumaron recientemente a este reconocimiento, marcando una derrota diplomática para Israel, cuyo gobierno actual rechaza tajantemente esa salida. No obstante, sin un relevo político en Tel Aviv dispuesto a negociar, las posibilidades de materializar esta alternativa seguirán siendo limitadas.

En Ucrania, la alternativa pasa por desbloquear los canales diplomáticos. La mediación de terceros actores como Turquía, o incluso China e India, se presenta como un camino más viable que la dependencia exclusiva de Washington y Bruselas. En África, donde persisten guerras olvidadas en Sudán, Ruanda o el Congo, la clave sigue siendo reforzar los mecanismos regionales de mediación de la Unión Africana, hoy debilitada por la falta de apoyo económico internacional.

Evidentemente la ONU deberá demostrar mucho más de lo que hace actualmente; pasar de mero espectador a negociador de fuerza en los posibles acuerdos.

El mapa de la paz global exige creatividad política y valentía diplomática. No basta con discursos ni con candidaturas al Nobel: se requieren proyectos de gobernanza inclusiva, acuerdos multilaterales que vayan más allá de los intereses inmediatos de las potencias y, sobre todo, liderazgos dispuestos a ceder en aras de un bien común.


En Positivo

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