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martes, 21 de octubre de 2025

LA CARGA INSOSTENIBLE: Exceso de Legisladores y Privilegios Irritantes

​Por Cesáreo Silvestre Peguero

​La cantidad de legisladores en la República Dominicana siempre me ha parecido excesiva. He sostenido, y hoy reitero, que entre senadores y diputados debe eliminarse uno de los dos estamentos. El país no necesita tantas voces en el Congreso, sino 190 gargantas menos y representantes que hablen con verdad, que legislen con conciencia, y que sirvan sin vender su alma a los privilegios del poder.
​En muchos pueblos bastaría con un solo diputado que verdaderamente trabaje, escuche, y represente al ciudadano común. Por ejemplo, ¿qué hacen cuatro diputados por San Pedro de Macorís (Luis Gómez Benzo, Miguel Arredondo Quezada, Carlixsta Paula De la Cruz, Jacobo Ramos Crispín y Alcibíades Tavárez de la Cruz)? Poco o nada visible. Devengan sueldos altos, disfrutan de grandes privilegios y beneficios, mientras el pueblo sigue arrastrando las mismas carencias que justificaron su voto.
​Una Carga Innecesaria para el Estado
​La nación mantiene una estructura legislativa de 222 miembros —190 diputados y 32 senadores—, lo que equivale a un legislador por cada 48 mil habitantes, una cifra superior a la de muchos países con poblaciones más grandes y parlamentos más austeros. Somos, según estudios comparativos, uno de los congresos más costosos de América Latina.
​Cada diputado gana alrededor de RD$250,000 mensuales, mientras un senador percibe más de RD$320,000, sin contar los viáticos, dietas, gastos de representación, hospedajes, choferes, asesores y personal administrativo.
​A esto se suma el llamado “barrilito”, un fondo que se maneja con escasa transparencia y que en teoría es “social”, pero en la práctica ha servido para mantener clientelas políticas. Además, los legisladores gozan de exoneraciones para importar vehículos sin pagar impuestos, y hasta dos oficinas pagadas por el Estado, una en su provincia y otra en el Congreso.
​Todo esto ocurre en un país donde el maestro lucha por un salario digno, el enfermero por un incentivo, el agricultor por un subsidio, y el estudiante por una beca. Es decir, donde el pueblo paga los lujos de quienes prometieron servirle.
​El Deber y la Conciencia
​No se trata de aborrecer el cargo legislativo, sino de dignificarlo. El legislador debe ser ejemplo de honestidad, un servidor del bien común y no un consumidor del erario.
​El cargo público no debe ser una fuente de privilegio, sino una trinchera de servicio.
​Cuando un diputado cobra sin legislar, o un senador se acomoda en el lujo que le brinda el pueblo, no solo traiciona la esencia del servicio: traiciona a la Patria. El verdadero representante no busca prebendas; busca justicia. No se esconde tras los muros del Congreso; camina las calles, escucha al campesino, atiende al obrero, y entiende que su función no es gobernar al pueblo, sino servirle.
​El Mandato Revocatorio: Una Urgencia Moral
​El pueblo dominicano necesita herramientas reales para exigir cuentas. Urge aprobar una ley de mandato revocatorio, que permita destituir a senadores, diputados o funcionarios incapaces, indiferentes o corruptos.
​En países con visión democrática, el ciudadano puede revocar el mandato a quien traiciona su confianza. Aquí, en cambio, el pueblo vota cada cuatro años y luego debe soportar, atado de manos, a los mismos que se olvidan de él. Si el legislador no cumple, si el senador no asiste, si el diputado se burla del mandato recibido, el pueblo debe tener el poder de removerlo antes del próximo proceso electoral.
​Esa reforma no sólo sería un acto de justicia política, sino una lección moral. Sería el recordatorio de que el poder no pertenece al funcionario, sino al pueblo que lo concede.
​El Costo del Silencio
​El Congreso no puede seguir siendo un mercado de favores ni una casa de descanso bien pagada. Cada peso que el Estado gasta en privilegios es un pan que le falta a la mesa del pobre, un medicamento que no llega al hospital, un techo que no se construye.
​Reducir el número de legisladores y eliminar los privilegios irritantes no es un capricho: es un acto de sensatez nacional. Es una exigencia de justicia. Es devolverle a la Patria el respeto que merece.
​Reflexión Final
​La República Dominicana no se transformará mientras los cargos públicos sean vistos como premios y no como compromisos. No habrá un Congreso digno mientras el dinero pese más que la conciencia.
​Que los legisladores recuerden que el poder es préstamo del pueblo y que los privilegios no son eternos. Que sirvan con honestidad, o que se aparten del camino de la historia. Porque llegará el día en que el pueblo despierte y decida poner fin a esta ofensa, y ese despertar no habrá privilegio que lo detenga.

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