¡QuĂ© paradoja hilvana el destino en la caja de cartĂłn!
Donde la masa prometĂa sustento, encontrĂł el alma una prueba de fuego.
Fueron honrados, sĂ, ante el oro fugaz que tentaba la sombra del bolsillo. Su virtud brillĂł, inmaculada y fuerte, al devolver lo ajeno. Un acto noble que merecĂa el aplauso, la luz de los focos, el eco de la prensa.
Pero la virtud, oh, la virtud, a veces es un diamante pulido en un marco de arcilla. El mismo impulso que los llevĂł a la decencia les negĂł la gloria. El miedo a la verdad, a ese otro pacto el sagrado, el silente, les cortĂł la voz.
La coherencia debe dictar la manera de exhibirnos, más allá de lo que decimos.
Se cuenta de un hombre que se presentĂł con una dama a comprar una pizza a una pizzerĂa. Al pagarla, el hombre y la mujer decidieron no degustar la misma enfermedad comercial en donde la habĂan comprado. Ambos prefirieron llevársela a otro lugar. Al llegar a
su destino, pudieron notar que la caja de la pizza en lugar de pizza estaba llena de dinero, lo que parecĂa indicar que los dueños del negocio guardaban el dinero en esa caja.Al la pareja encontrarse con esa sorpresa, decidieron regresar al negocio y devolver ese dinero.
El dueño del negocio, impresionado, pidiĂł a los empleados llamar a la prensa para que se presentaran allĂ a grabar este gesto tan generoso de esta pareja, pero ellos desistieron la propuesta ya que, de aceptarla, se expondrĂan a ser identificados por sus parejas, pues ambos eran casados y estaban siendo infieles.
Ambos fueron honrados, pero no leales.
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