Por Cesáreo Silvestre Peguero
Al nacer, la vejez se ve lejos; pero con el pasar de los años, llegamos a hacernos viejos.
Se nos arruga la piel y otras que otras cositas, también perdemos la vista.
Se pierden los reflejos, cuando se llega a viejo.
La vejez, la debemos aceptar, como un proceso natural.
Es mejor llegar a viejo y no morir prematuro, como muchos jóvenes que no llegan a ver el futuro.
Los años nos proveen de experiencias y nos hacen actuar con conciencia.
El mucho vivir es bendición que provee Jehová Dios, que con amor nos creó.
Vivamos desde jovencitos, aspirando a ser viejecitos.
Algunos hijos ya no quieren tener a sus padres envejecidos, mejor los llevan a los asilos.
Es una crueldad que a los ancianitos ya no se les quiera más, después de tanto trabajar.,
El que no quiera llegar a viejito, tendrá que morir jovencito.
Cuando la vejez se asoma, es porque ha llegado la hora.
No solo basta ser joven: hay que rendir con provecho y merecer llegar a viejo.
¡Qué importa llegar a viejo! Eso no es un delito: es la dicha de haber vivido desde chico hasta viejecito.
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