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jueves, 16 de octubre de 2025

El Legado de Don Roberto Morales

El Corazón de la Circunvalación: Elegía a Don Roberto Morales
​I. El Almacén de la Nobleza
En el lienzo vivo de San Pedro de Macorís, donde el tiempo teje y desteje,
entre el bullicio de gentes y el ir y venir de la vida sencilla,
mis años de trato me enseñaron una verdad que al alma acoge:
que el brillo más puro no siempre reside en la fortuna que brilla.
​De cuantos mercaderes he conocido, de sencillos y de renombre,
ninguno iguala en humildad, honradez y labor a Don Roberto Morales,
fundador de la Miscelánea Regina, hoy memoria que se nombra
donde la Circunvalación se funde en la carretera de ideales.
​Desde mi niñez, el destino me concedió el privilegio sagrado
de cultivar la amistad con este almacén de nobleza, sin par.
Fue Roberto Morales, el comerciante carismático y honrado,
un pozo de respeto y atención que no cesaba de dar.
​II. La Vocación del Servicio Silencioso
​Su tienda inicial, en el corazón del viejo mercado municipal,
fue escuela de vida. Él, lejos de toda codicia mezquina,
procuraba el agrado del pobre, hacía la alegría real,
sembrando sonrisas con su "Guaguita Anunciadora" en cada esquina.
​En la época de adviento, cuando el frío asalta la puerta,
sus aguinaldos eran bálsamo, sorpresa de un corazón en flor.
A los barrios humildes llegaba su mano, siempre despierta,
ofreciendo sustento, curando el hambre con convicción de amor.
​Roberto no buscó la opulencia, pudo ser, si quería, el más rico.
Pero su divisa fue el favor, el testimonio de una solidaridad comprobada.
Su corazón era puro, íntegro, ajeno al interés político,
rechazando honores y puestos con la fe bien cimentada.
​III. El Crepúsculo de una Estirpe
​Católico ferviente, su fe era universal y sin cercos;
su amor al prójimo no distinguía púlpitos ni credos.
Él no solo compraba recetas para aliviar los padecimientos,
sino que curaba el alma con sus nobles y silentes remedios.
​Jamás me permitió la publicación de sus gestas o bondades;
era el servicio su propósito, y el reconocimiento su afrenta.
Su ejemplo es un faro en estas tiempos de vanidades,
donde la vocación de servicio auténtico se ausenta.
​Ojalá que el Ayuntamiento, al honrar la memoria que aún subsiste,
grabe su nombre en una calle, para que el asfalto recuerde su virtud.
Para que el comerciante de hoy en su espejo insista,
y la nueva generación beba de su leal actitud.
​Don Roberto Morales: dignidad, honradez, laboriosidad pura.
Un ser auténtico, un maestro de principios en extinción.
Un abrazo a su esposa, Doña Regina, quien su nobleza perdura.
Dios acoja en buen lugar al hombre que cultivó la admiración.

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