La somatización es un fenómeno tan común como desconocido. La
psicoterapeuta Natalia Seijo, especialista en trauma complejo, apego y psicosomática médica, lo explica con claridad: “La somatización es como la expresión de los síntomas a través del cuerpo, de todo aquello que a nivel psicológico o a nivel emocional no está resuelto”. En otras palabras, cuando callamos lo que sentimos, el cuerpo termina hablando.En La Fórmula Podcast,, Seijo subrayó que el estrés, la ansiedad, los duelos y los traumas infantiles pueden transformarse en síntomas físicos sin causa médica aparente. No se trata de inventar enfermedades, sino de comprender que la mente y el cuerpo forman un todo.
“Somos cuerpo y mente. El problema es cuando no lo están tanto”, advierte. Esa desconexión puede llevar a vivir el cuerpo como un enemigo: fuente de dolor, fatiga o incomodidad.
En su libro El cuerpo tiene memoria (Editorial Montena), Seijo recoge historias de pacientes que ilustran cómo las experiencias emocionales influyen en la salud física. Una de ellas es la de Marisol, diagnosticada con fibromialgia tras dos décadas de peregrinaje médico. “Cuando tú tienes tantos síntomas y los médicos no te dicen qué te pasa, lo primero que piensas es que tienes algo malo. Y yo pensaba que me iba a morir”, recuerda esta paciente. El abordaje terapéutico, centrado en trabajar la ansiedad y en procesar duelos no resueltos, marcó un antes y un después en su recuperación.
La psicoterapeuta insiste en que la somatización no es algo negativo en sí mismo. De hecho, puede ser un mecanismo útil para identificar malestares internos: “Las somatizaciones también son la manera en la que nos damos cuenta cómo estamos en el mundo. Por ejemplo, si en una relación me siento mal y me duele el estómago, el cuerpo me está diciendo que esa situación no es buena para mí”. El reto aparece cuando esos síntomas se cronifican y limitan la vida diaria.
Seijo propone atender a las señales y darles un espacio en lugar de silenciarlas. A veces, los síntomas aparecen meses o años después del evento que los originó, lo que dificulta asociarlos. “El cuerpo va más despacio que la cabeza”, explica.
Preguntarse qué estaba ocurriendo en nuestra vida cuando comenzaron los malestares puede ser una pista valiosa para iniciar el proceso de sanación.
La experiencia clínica muestra que incluso enfermedades catalogadas como crónicas pueden mejorar cuando se aborda la raíz emocional. Tres mujeres —Marisol, María y Amada— compartieron públicamente sus testimonios en la presentación del libro de Seijo, confirmando que el trabajo terapéutico puede devolver funcionalidad y esperanza allí donde solo parecía haber dolor.
Escuchar al cuerpo es, en definitiva, un ejercicio de autoconocimiento y autocuidado.
Como resume Seijo: “Lo más natural es que somaticemos. El problema es cuando esas somatizaciones nos limitan la vida y se acaban convirtiendo en síntomas de enfermedad”. Reconectar con lo que sentimos, validar nuestras emociones y buscar ayuda cuando lo necesitamos son pasos imprescindibles para vivir mejor.
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